Don Lorenzo nació el 10 de agosto de 1913 en Vitoria (España). Sus padres Fermín y Bibiana lo le pusieron el nombre en honor al Santo diácono cuya fiesta se celebra ese día. Los Aspe eran una familia numerosa: 17 hermanos. A los 10 años, luego de pasar sus primeros años de escolaridad en una escuela pública, ingresa al Colegio Santa María de Vitoria. Dos años después ingresa al Postulantado marianista en Escoriaza.
De allí al Noviciado de Elorrio donde hizo sus primeros votos el 5 de setiembre de 1929. Luego de un año en Segovia y dos nuevamente en Escoriaza como escolástico sale a comunidad. Estará un año en Cádiz y cinco en Jerez de la Frontera. Allí obtiene el título de magisterio, pasa por un período de enfermedad respiratoria y sufre porque quiere ir al Ejército para “defender a España” y no le dan el apto por su salud.
Se lo darán cuando finalmente termine la guerra civil española. Muchas batallas pero sin armas tendría por delante Don Lorenzo, ya no en España, sino en tierras argentinas donde es enviado como misionero en diciembre de 1939.
A siete años de la fundación de la primera comunidad marianista en Buenos Aires, y a solo cuatro del inicio del Colegio Marianista, llega para estrenar la nueva y definitiva sede de la primera obra educativa marianista propia de Sudamérica. Allí será un año maestro de tercer grado y luego habilitado para dar las clases que hiciese falta en el secundario: Historia, Geografía, Lengua y Literatura, Biología, Anatomía, Caligrafía y Dibujo, Religión. Después de clases en lo que hiciera falta allí siempre Don Lorenzo estuvo presente. Aprendió de forma autodidacta a ser albañil, enfermero, peluquero, etc. Desde siempre también tuvo una gran preocupación por acercarse y ayudar a los más pobres. En aquellas primeras décadas en Buenos Aires colaboró con un jesuita que trabajaba en unas barriadas muy pobres en Villa Lugano (muy cerca de la obra parroquial y educativa de Fátima de Villa Soldati asumida por la Familia Marianista hace unos años). En 1963 será parte de la comunidad que fundará la presencia marianista en 9 de Julio y dos años después será también parte de la fundación en Junín.
Dos ciudades del oeste de la Provincia de Buenos Aires. Allí en Junín desarrollará todas sus cualidades docentes en un Colegio que fue creciendo año a año. También fue profesor de todas las materias que hiciera falta y desarrolló una gran misión de acompañamiento de los alumnos y exalumnos. Allí en Junín, se recuerdan sus anécdotas, algunas ya son relatos míticos, pero sobre todo se lo recuerda como un auténtico “Maestro de la Vida”. Cuanto se le obligó a jubilarse como docente a los setenta años se dedicó a construir casas para los más pobres. Acompañado por alumnos del Colegio Marianista fabricaba bloques con los que luego construía las casas especialmente para madres solteras o mujeres solas con sus hijos. Dedicado a los más pobres siguió siendo un gran educador con los alumnos del Colegio.
Al retirarse la comunidad religiosa marianista del Colegio de Junín, Don Lorenzo es enviado un año a 9 de Julio y luego con sus flamantes 80 años a Catriel, en la Patagonia, donde los marianistas animábamos una Parroquia. Vuelve a Buenos Aires, a la Comunidad del Colegio Marianista de Caballito, después de 32 años y permanecerá allí hasta su muerte.
Siempre activo y dispuesto, ofreciéndose para cubrir alguna clase, visitando y ayudando exalumnos, trabajando en el desayuno para personas en situación de calle en la vecina Parroquia de Santa Julia. La celebración de los 100 años fue una verdadera fiesta en etapas en Buenos Aires, Junín y 9 de julio. En esa ocasión, como exalumno de Junín, escribí un libro: “Anécdotas de una vida centenaria”, que permitió que muchos exalumnos se acercaran a felicitar y agradecer a su Maestro y a seguir aportando nuevos testimonios de lo que había significado el paso de Don Lorenzo en sus vidas.
Un año después tuvo una caída que marcó el inicio de una nueva etapa con algunas dificultades en el movimiento. Siguió levantándose con esfuerzo todos los días hasta el final, para rezar, leer el periódico ¡sin anteojos!, participar de la Santa Misa y el almuerzo en comunidad. Lúcido hasta el último día de su vida, y con un sano orgullo de ser el decano de la Compañía de María, vivió un proceso admirable de dejarse cuidar y acompañar. El lunes 21 de agosto, se acostó a dormir la siesta, y pasó a la Paz y la Luz que no tienen fin.
Don Lorenzo Aspe, un religioso marianista que vivió con dedicación y pasión su vocación hasta el final de su vida. Educador y Maestro de la Vida. Hombre de fe profunda y oración. Amante de María Santísima. Perseverante y generoso. Trabajador sencillo y abnegado. Duro e irreductible en muchas de sus posturas religiosas pero detrás de su armadura vasca, un hombre de un gran corazón. La Familia Marianista de Argentina lo tendrá siempre como referencia y lo recordará con memoria agradecida.
P. Andrés Tocalini sm