Para nuestro colegio Marianista de Junín las semanas que pasamos con los cuartos años en Córdoba tienen un valor incalculable. Todos aquellos que han pasado por esta experiencia la recuerdan con cariño y emoción.
En este mes de mayo hemos ido, nuevamente, con cuarto sociales y con cuarto economía. Dos lindos grupos de jóvenes que, cada uno a su manera y estilo, se prendieron y vivieron con intensidad la experiencia.
Este programa tiene un alto costo. Desde luego que supone un esfuerzo económico para las familias. Pero el mayor costo es toda la energía y el tiempo que hay que poner en organizarlo. Y nos sólo por los aspectos pedagógicos, que nos llevan un necesario y merecido tiempo. También la previsión de los temas prácticos, transporte, comidas, armado de los equipos que acompañan, suplencias que hay que hacer en el colegio reemplazando a los docentes que viajan, etc. Y, para colmo, otras cuestiones legales, burocráticas, con las que hay que lidiar hasta el cansancio.
Pero ¡vale la pena! Los frutos son maravillosos.
Esos días de encuentro y convivencia son impagables. Los jóvenes aprenden a conocerse a sí mismos; a conocer a sus compañeros; a convivir; a estar de modo diferente en contacto con la naturaleza; a vivir con sencillez y sin tanta tecnología; a servir y realizar pequeñas pero importantes tareas domésticas; a cultivar su interioridad; a poner nombre y reconocer talentos personales y heridas escondidas; a mirar con otros ojos y otro corazón a sus compañeros y a sus docentes; a reflexionar sobre temas que hacen a su problemática adolescente y a los riesgos que tienen el crecimiento y la juventud hoy; a profundizar en el sentido de la sexualidad; a valorar desde otro lugar a sus familias.
Las temáticas que se van desarrollando, que cada año afinamos y tratamos de perfecciona y adecuar a los grupos concretos que hacen la experiencia, son fundamentales porque tocan los núcleos más íntimos y personales de los jóvenes en esta edad que van transitando.
Pero con seguridad que no son sólo los temas los que hacen que la experiencia sea tan fuerte. Es la misma convivencia. Estar juntos durante casi seis días las 24 horas. Viajando, comiendo juntos, compartiendo los dormitorios, jugando, bailando, explorando la naturaleza, divirtiéndose en las veladas con las actuaciones de los diferentes grupos que nos comparten “leyendas urbanas” inventadas por ellos, limpiando la casa y la vajilla, poniendo las mesas y limpiando el comedor, etc. Córdoba es como un “laboratorio” de la vida. Es una experiencia que demuestra que es posible convivir de otra manera, con sobriedad, autenticidad, apertura, comunicación profunda, espíritu de servicio, exigencia física.
Entonces, allí, el maestro está en cada uno de los que participan en la experiencia. En la medida en que se logra, en bastantes tiempos de interioridad y silencio, conectarse con el “maestro interior” de cada uno, y en la medida en que los ojos y el corazón se abren para aprender de la ”madre y maestra naturaleza”, y de todos y cada uno de los que participan en la experiencia, comenzando por Carlitos y Liliana que cocinan tan rico.
Gracias a todos los que hacen posible la experiencia. ¡Son muchos! Desde los directivos del colegio que preparan los presupuestos y se preocupan por el papelerío, y tapan los baches de los que nos vamos; hasta los equipos docentes que trabajan con tanto entusiasmo y dejan en Junín la familia, otros compromisos laborales y las comodidades propias de su hogar;gracias a los padres que nos acompañan, su ayuda es decisiva; también a los exalumnos que desde hace unos años se han integrado al equipo, su testimonio es precioso; y sobre gracias a los chicos que se prenden en la experiencia. Sin ellos la experiencia no tiene sentido. Y cuando logran meterse en serio en la propuesta nos entusiasman a los docentes que acompañamos y logran que saquemos lo mejor de nosotros para ponerlo a su servicio.
Y logran ¡sobre todo!, que el año que viene tengamos nuevamente las ganas de volver.
Luis Casalá, sm